Solamente tres Carnavales en toda España han sido declarados de interés turístico internacional: Cádiz, Tenerife y… Águilas. El Carnaval de Águilas, sí. Nadie diría que este pequeño rinconcito del Mediterráneo alberga una celebración de tal calibre pero, afortunadamente para los que hemos tenido la suerte de nacer oliendo a mar, así es.
¿Y por qué? Fundamentalmente porque Águilas no es un Carnaval, sino muchos Carnavales. Todos reunidos en uno solo a decir verdad. No es Cádiz, pero también hay chirigotas. No es Tenerife, pero los trajes –y sus mujeres, faltaba más- son igual de espectaculares. No es Venecia, pero la diversión es apta para todos, tengan la edad que tengan. Y no es Río de Janeiro… pero ni falta que le hace. Todas esas fiestas, no lo discutimos, tienen muchas cosas, pero no las tienen todas. ¿Cuántos pagarían por presumir de algo tan castizo y tradicional como la Mussona? ¿Cúantos por que sus pasacalles igualaran el colorido de los desfiles que inundan la Avenida Juan Carlos I y la calle Carlos III? ¿Cuántos por que un pueblo de 35.000 personas fuera capaz de reunir, en una sola tarde, a cientos de miles de visitantes en torno a un Ayuntamiento y sus alrededores? ¿Cuántos, en definitiva, darían lo que fuera por que su Carnaval fuera el de Águilas?
Sin embargo, la pregunta que debéis haceros ahora no es esa. Ni siquiera por qué os habéis atrevido a cometer el pecado de no conocer nuestro Carnaval. La pregunta que debéis haceros es por qué seguís leyendo esto en lugar de echar un disfraz en la maleta, comprar unos billetes de tren y llamar a Zoco del Mar, para reservar una mesa con vistas a las dos bahías de Águilas, al espectáculo de luces y sonido que se emplaza entre ellos en estas templadas semanas de febrero.